La emblemática coctelería, con casi 80 años de tradición, ha sido refugio de las grandes estrellas de Hollywood .
Eisenhower, Fleming, Ava Gardner, Frank Sinatra, Hemingway, Grace Kelly y Raniero de Mónaco fueron algunos de los ilustres invitados.
El documental, dirigido por Hervé Hachuel, cuenta con la participación de Alaska, Cayetana Guillén Cuervo, Amaya Arzuaga y Leonor Watling, entre otros.
La historia de Madrid en general y de la Gran Vía, en particular, pasa por las puertas del Museo Chicote, rincón de intelectuales, científicos, divas, príncipes y hasta futuros herederos.
Fundado en 1931, en sus paredes puede hacerse un recorrido a través de fotografías de ilustres invitados que visitaron la coctelería en décadas pasadas. Chicote se levantó en plena República, sobrevivió a la guerra, supo adaptarse en el franquismo, continuó durante la Transición y ha sabido reinventarse en la democracia.
El jueves 8 de abril a las 23.00 horas, Bio ofrece un documental exclusivo que recuerda como ha sido su historia y como en la actualidad, sigue siendo una referencia indiscutible. Un trabajo que recupera imágenes históricas y que incluye, además, testimonios de personas y apasionados de su coctelería, entre ellos Alaska, Álvaro de Luna, Leonor Watling, Loles León, Cayetena Guillén Cuervo, Amaya Arzuaga, y de veteranos periodistas, críticos y arquitectos. Todo ellos comentan sus preferencias en lo que a combinados se refiere y opinan sobre lo que fue y aún es el refugio de «la intelectualidad», como rezaba el famoso chotis que compuso Agustín Lara en alusión a Chicote.
Narrado en clave nostálgica, el trabajo dirigido por Hervé Hachuel repasa la vida de Perico Chicote a la par que recuerda la historia de los locales con más solera de los alrededores de la centenaria Gran Vía madrileña.
Perico Chicote nació en mayo de 1899 en el seno de una familia humilde. Se quedó huérfano muy pequeño y se vio obligado a vender cazalla en los mercados del centro de Madrid y a repartir telegramas para ganarse la vida. Con 17 años ya había conseguido empleo en el Hotel Ritz de Madrid, un trabajo que tuvo que interrumpir para partir hacia la Guerra de África, donde, como no podía ser de otra manera, se hizo cargo de las cantinas y comenzó a destacar como barman. Una habilidad que le sirvió para ganarse la simpatía del Estado Mayor del Ejército de África.
A su regreso a la capital perfeccionó su técnica en casinos y conocidos bares de Madrid y poco después, comenzó a conocer mundo a través de los grandes cruceros que partían desde España, donde se encargaba de preparar sus lujosas fiestas. Viajó a Estados Unidos en plena Ley Seca y fue allí donde descubrió cómo era un bar americano y en donde comenzó su sueño: abrir uno en España. En 1931, Perico Chicote decide instalar su centro de operaciones en el número 12 de Gran Vía, antigua Avenida Conde de Peñalver.
Con esa experiencia, y unas estupendas relaciones sociales, Perico Chicote convierte su espacio en un imprescindible para la alta sociedad y la nobleza. Sirvió el banquete de boda de la Duquesa de Alba, agasajó a los entonces Príncipes de España, a Grace Kelly y Rainiero de Mónaco y hasta a Eisenhower, presidente de los Estados Unidos.
Pero Chicote no sólo fue el lugar de la alta sociedad, sino también de actores y escritores que lo convirtieron en espacio y parada habitual.
Chicote hizo amistad con la otra generación del 27, la de Miguel Mihura, Edgar Neville, Enrique Herreros y todos los que se encargaron de poner en marcha «La ametralladora», germen de «La Codorniz». El escritor Ernest Hemingway, Alexander Fleming, padre de la penicilina, y un sinfín de actrices de la época dorada de Hollywood, así como representantes de la cultura y el espectáculo tampoco pudieron resistirse a los sofisticados combinados del maestro Chicote.
En esta cronología, 1947 supone un nuevo paso adelante, cuando Perico Chicote inaugura oficialmente su Museo de Bebidas en el sótano de su local de Gran Vía. Una colección que llegó a albergar más de 18.000 botellas y que había comenzado alrededor de 1917, cuando el Embajador de Brasil obsequió a todos los empleados del Hotel Ritz con un exótico aguardiente.
Allí se podían encontrar desde un vodka procedente de la bodega del Zar de Rusia a bebidas que habían sido probadas por Napoleón Bonaporte y la Emperatriz Josefina. Eran de todos los tamaños, colores, formas y procedencias. Tanto es así, que en una de sus visitas a Chicote junto a Cary Grant, Sophia Loren se quedó prendada de una botella que reproducía a la perfección sus facciones. Sin embargo, a pesar de su insistencia no consiguió que el «Velázquez de los cócteles», como le llegaron a apodar, se la regalara. Una anécdota que se vio reflejada en el diario italiano «Il Matino» con el titular «Chicote ha dicho NO a la Loren». Más suerte tuvo, sin embargo, el doctor Fleming, probablemente, el único afortunado al que Perico Chicote le regalara un ejemplar de su preciada colección, un whisky que el padre de la penicilina bebía durante su época de estudiante en Oxford y que no había vuelto a encontrar.
Perico Chicote murió en la Navidad de 1977 y los años siguientes, los 80 y 90, fueron momentos difíciles para su coctelería hasta que ésta volvió a resurgir con impulso renovado y nuevos propietarios, tal y como atestiguan algunas de las personas que participan en el documental.
Una de las más asiduas al nuevo Chicote es Alaska. «Para mí es una parte de mi vida. Sigue siendo el sitio de referencia en Madrid y cuando hay algún tipo de actividad cultural de día, al final siempre converge en Chicote».
Para Leonor Watling, que entró en Chicote por primera vez para firmar el contrato de su papel en la serie «Raquel busca su sitio» «es un símbolo más que un bar». «La fiesta de después de nuestro primer concierto con Marlango fue aquí, la presentación de la segunda gira se hizo aquí y cuando viene alguna tele alemana o francesa a hacer un reportaje de Marlango venimos aquí».
Otra de las habituales de Chicote, y que también colabora en este trabajo, es Cayetana Guillén Cuervo. «Es el mejor lugar para venir después de cenar. Nos sentimos cómodos, siempre tenemos una mesa y amigos a los que ver aunque vayas solo».
Amaya Arzuaga confiesa que lleva desde los 17 años frecuentando Chicote porque «es un lugar emblemático de Madrid. Siempre encuentras gente y siempre hay buena música».
Para Álvaro de Luna hablar de Chicote es recordar su infancia: «Cuando era pequeño iba a ver a mi padre allí para que me diera cinco duros para ir al cine», mientras que Loles León asegura que en Chicote se siente «cuidada y protegida». «Me siento como en mi refugio. Venir aquí es como ir a casa», afirma.